La lidia comienza con unos primeros lances, en los que el matador utilizando el capote recibe al astado y trata de frenar y fijar su embestida. Con posterioridad irrumpen en la plaza los picadores. Durante el tercio de varas el toro entrará en repetidas ocasiones, hoy en día es difícil que lo haga dos veces, de forma contundente al caballo. El objetivo de los puyazos es mostrar la bravura del toro, su disposición a la embestida y dosificar la fuerza del animal para facilitar la posterior lidia del matador.
Sorprende que el primer espada del Partido Popular, Mariano Rajoy, aspirante a liderar el escalafón como Presidente del Gobierno, haya preferido el rol de picador en la complicada feria taurina en que se ha convertido esta crisis financiera que ha derivado en una de las mayores crisis de la economía real recordadas.
Pero está claro que Mariano Rajoy se siente cómodo en el papel de picador, subido a lomos de su partido y protegido por el peto que le evita las cornadas. Pues es claro, que de hacerlo a toro levantado, como antes de la introducción del peto en 1928, Mariano respetuoso como el que más con las tradiciones, habría cedido al picador con menos años de oficio de su cuadrilla, la vez.
Mariano, bien pertrechado en su montura para no ofender al mercado, no se emplea con la vara dejando con suficientes fuerzas a este morlaco de nombre crisis. De esta forma contribuye a la continuación de la fiesta de especuladores y permanece expectante ante la posibilidad que el maestro “malogre” su faena.
Sin duda nos hubiera gustado más que Rajoy, vestido con su mejor traje de luces (propuestas) y con manoletinas, hubiera recuperado la esencia del quite taurino, el auxilio a un compañero en apuros.
Aunque, sinceramente, nos habría bastado que Mariano Rajoy se hubiera esmerado en el quite simplemente para el lucimiento propio, tal y como ocurre hoy en las contadas ocasiones que podemos verlo después de la entrada a caballos. Nos hubiera deleitado con su repertorio de ideas, propuestas y medidas. Esas verónicas y medias verónicas nos habrían permitido apreciar la disposición del maestro para gobernar.
Por el contrario, el líder del Partido Popular nos ha dejado mal sabor de boca con unas propuestas tan concretas y edificantes como falta de torería están los pases arrancados con el piquillo de la muleta.
Y para colmo de tarde, los ciudadanos le hemos dispensado una ovación llena de votos en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, como a veces desde el tendido doce de la Real Maestranza se aplaude simplemente por señalar el puyazo y dejar al toro con algo de fuerzas. Para nada comparable con el merecido aplauso al picador de la cuadrilla de El Cid, Manuel Jesús Román Ruiz «Espartaco», que se fajó con el quinto toro de la corrida de El Pilar en la pasada Feria de Abril.
Pero el picador Mariano, tras pedir la venia, se retira de la plaza entre aplausos acompañado de los monosabios, despacio y gustándose como exigen los cánones taurinos, seguro de volver.
Probablemente, gracias a las gestiones de su todo poderoso apoderado Mercado y el apoyo de los medios de comunicación lo hará como máxima figura del toreo. Pero en esa ocasión, esperemos, el sorteo le depare un lote con menos peligro que permita el lucimiento del diestro y no haga sufrir al público. Para ello, como requieren los entendidos, el ejemplar en suerte tendrá que seguir el engaño humillando en lances en los que al maestro le bastará componer la figura para arrancar los aplausos de sus seguidores.
C. Veloso
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