HABLAMOS DE CORIA

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martes, 10 de junio de 2014

¿Qué República? ¿Qué monarquía?

La abdicación del rey Juan Carlos I no ha tardado mucho en poner de actualidad la famosa dualidad española sobre Monarquía y República. No quiero dejar pasar esta ocasión para introducir elementos para el dabate sobre esta cuestión fundamental para algunos, pero creo que irrelevante para la mayoría de la ciudadanía. Es esta una discusión de políticos, dirigentes, partidos y organizaciones más o menos interesadas, no de vecinos y currantes en general.

En primer lugar, el titular. ¿Qué república? Porque no todas son siguales. No son comparables las repúblicas de Siria, Centroafricana, Francesa, Alemana, Venezolana, Cubana o de USA. Y ¿qué monarquía? La de Inglaterra, Holanda, Suecia, Japón.., o la de Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes… Claro está que lo importane no es el nombre del sistema, sino lo que este encierra.
Los españoles, como casi todo el mundo, queremos un régimen político que proteja las libertades individuales y colectivas que ampara la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y que en la actualidad están recogidos y amparados en todos los regímenes democráticos que en el mundo son, y que pese a ser del siglo XVIII, no está anticuada.
Cuando se planteó en 1978 el referendum constitucional, los españoles elegimos entre Dictadura o Democracia, planteándose como claramente antitéticos. Y la forma de Estado que se escogió fue el de Monarquía Parlamentaria. Porque es el factor Parlamento elegido por sufragio universal el que importa en cualquiera de los regímenes que se escoja. Lo demás es irrelevante.
Así y todo, se pueden tener preferencias legítimas y democráticas sobre uno y otro sistema, basada en razones y, en muchas ocasiones, en sentimientos y emociones.

Vamos al debate. En primer lugar, me gustaría partir del principio de legitimidad democrática. Desde este punto de vista, declaro de entrada que, para mí, es tan democrático un sistema que elija un Jefe del Estado cada cierto tiempo, como otro que decida también democráticamente, que el Jefe de Estado va a ser encarnado por una monarquía, fuera del juego partidista, y con solución de continuidad en el tiempo, que estará bajo el control del Parlamento.

Dicho esto, y salvado el principio de legitimidad, veamos otras consideraciones. Económicamente ¿es más cara la monarquía o la república? He empezado por aquí porque creo que sobre este asunto hay mucho desconocimiento a la par que demagogia. Depende de que país, la monarquía cuesta más que la república, y al revés. Es decir. Una Casa Real no cuesta, o no debe costar, más que una Casa Presidencial, o sea, que gastos de protocolo, suntuarios, personal, vehículos, asesores, etc. tienen las dos, y seguirán teniéndolos.
Por otra parte, el proceso electoral del Presidente de la República, también tiene un costo económico que hay que afrontar cada equis años. Si todavía los partidos mayoritarios fueran serios, y se unieran todos los procesos electorales lo más posible, podría considerarse, pero conociendo el paño, me temo que tendríamos elecciones todos los años para algo: presidencia, parlamento, autonómicas, muncipales, europeas…
Pero sobre todo, y pasando por alto la cuestión económica, la Jefatura del Estado entra en el juego partidario si es elegido periódicamente, y por tanto me temo que en esta España dual, el presidente electo solo sería representativo para sus votantes, nunca para los otros. Como mucho sería presidente de media España, y a la experiencia me remito.
Por todo ello, tampoco parece que un sistema presidencial sea más democrático y barato que una monarquía, por lo que ni política ni económicamente, ofrece ventajas incuestionables.

Si la comparación la hacemos desde la experiencia, es decir, desde la Historia, la desventaja del sistema republicano es enorme. En nuestro país han existido dos repúblicas. La primera, de 1873 a 1874, duró once meses y tuvo cuatro presidentes. La segunda, de 1936 a 1939, tuvo tres presidentes, varios gobiernos distintos y todos sabemos cual fue su desgraciado devenir y final. Sin embargo, en España ha existido la monarquía como sistema desde los íberos, por supuesto sin comparación con el actual concepto de la misma, pero monarquía al fin y al cabo, y con los romanos, godos, musulmanes y cristianos. Monarquías caciquiles, autoritarias, cortesanas, absolutistas, pseudoliberales y, por fin, parlamentarias. En su contra va el hecho de que la monarquía absolutista acabara en casi toda Europa en el siglo XIX, y que en España se haya prolongado con Alfonso XIII, dictadura de Primo de Rivera, y apéndice final con Franco (este sí que era un monarca absoluto, aunque no fuera rey). La Historia está ahí, sobre todo para no repetirla.
Así pues, una Monarquía Parlamentaria no es menos legítima, menos democrática, menos barata, ni menos libre que una República. Se puede decir que lo aquí expuesto es de perogrullo, pero había que decirlo.

Por último, unas consideraciones sobre el futuro de la monarquía parlamentaria española y su jefe, Alfonso VI: el sentimiento republicano está hoy más extendido que en 1978, puesto que los dos partidos republicanos españoles de la época, PSOE y PCE, entendieron que la disyuntiva Monarquía-República no era la principal preocupación de los españoles, ni siquiera era preocupación. Hoy tampoco lo es, pero la generación que entra al relevo social, no ha tenido la experiencia de no vivir en democracia, y ante la situación de desesperación de una gran parte de la juventud por la ausencia de futuro, puede creer que decir República y estar todos los problemas arreglados, son la misma cosa.
El nuevo rey debe ser osado, como lo fue su padre, y acometer asuntos que siempre se han postergado, y que necesitan de gestos y hechos. 
Para empezar, podría convocar a los partidos a que aborden una reforma constitucional, necesaria a todas luces, empezando por el tema sucesorio, cuya configuraicón seriamente machista, es hoy todo un contrasentido, pasando por el tema de la configuración autonómica del Estado, problema catalán, nacionalidades históricas, igualdad de los españoles en cualquier territorio nacional, y terminando por una celosa vigilancia del Estado del Bienestar, asegurándose que sus ciudadanos, que no súbditos, tienen garantizado cubrir sus derechos y necesidades básicas, entre las que se encuentran el trabajo, la vivienda, la educación, la sanidad, la cultura, el ocio y los servicios sociales.
Si emprende este camino, seguramente se ganará la confianza de la mayoría de la ciudadanía, como hizo su padre hasta pocos años antes de su abdicación. Si resulta un petardo, un Borbón más, recuerde que antepasados suyos salieron al exilio y, sobre todo, que un fracaso en su reinado sería, a la tercera va la vencida, el derrumbe irremediable de la institución.
Coria del Río, a 10 de junio de 2014.
César S. Fernández López.

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